
Han madrugado las nevadas y la bufanda es permeable al viento traicionero del Moncayo que acuchilla el rostro. El alboroto de hojas robadas a los árboles anticipa el cotillón de la inminente Nochevieja.
Llaman a la puerta de la remozada sucursal de Bankia. Como un resorte sale a abrir una joven con ademanes de Frida Kahlo y sonrisa forzada de lunes. Sobresalen en ella unos impecables labios barnizados de carmín y un pañuelo de seda anudado a su cuello de cisne. Una taza colmada de café eleva la temperatura de sus manos cruzadas por un caparazón de impecables uñas.
Sin duda le resultan familiares los colegas de nuevas tecnologías que cada cierto tiempo se dejan caer por la oficina. Aficionados al balompié, vienen escuchando a través de Radio Exterior la nueva goleada del Barça en su primera temporada en la apenas estrenada Liga de Fútbol de Cataluña.
-Buenos días, Sonia. ¿Qué tal?
Después de hacerles pasar y sembrar un par de besos en sus caras heladas, la interventora coge el teléfono y marca el número de don Alfonso.
-¿Dónde lo instalamos?, interpelan los técnicos con su impaciencia habitual y verbo trastabillado mientras se quitan los auriculares y cuelgan las bufandas en la percha. De sobra es conocido ese plus de celeridad en el enjambre neuronal de los informáticos, que se traduce, para bien o mal, en su comportamiento.
-¿El qué?, pregunta el director con un pensamiento más básico. En su aproximación se ajusta los pantalones a su cintura de Winston Churchill disimulada por el verde de una corbata con minúsculos osos pardos.
-Debió llegar un direct message la semana pasada vía WebEx.
Las personas que hacen cola frente a la caja contemplan la escena y resoplan. Su pensamiento es unánime, Teruel es la última ciudad en enterarse de todo. Sin embargo, la gente confía en que cambien las cosas a partir de los tres escaños obtenidos por “Teruel Existe” y su apoyo a la investidura de Santiago Abascal como nuevo presidente del Gobierno tras las elecciones generales celebradas hace un mes, las octavas en cuatro años.
Al cabo de una hora quedó instalado el digital consultor, como reza el aparato electrónico. Se trata un holograma compuesto por una imagen tridimensional de rayos láser. Vestido de traje de línea italiana y corbata corporativa cobra vida la figura de un joven sentado a la mesa.
-¿Veis?, el cliente no va a percibir ser asesorado por un simple haz de luces proyectadas sobre una silla vacía.
Aparenta unos treinta y tantos años, cuarenta como mucho. Con rasgos de Brad Pitt, rostro amable, perfectamente peinado con raya bien marcada a la izquierda. Ojos claros que miran al frente y afeitado de manera tan real que parece percibirse un pequeño corte de cuchilla al lado derecho de la nuez. Incluso se diría que perfumado. Exhibe una mirada escrutadora pero confiable.
-¿Pero quién es este chico tan reluciente?, suspira a medio camino entre la admiración y el pavor una anciana mientras introduce en el monedero los dos mil euros cobrados en ventanilla. Es lo primero que hace cada fin de mes desde que el último gobierno frankenstein triplicara las pensiones, reconociera a Ikea como nación y decidiera un nuevo traslado de Franco, esta vez del Campo de Gibraltar a la isla de El Hierro.
-¡Un sacacuartos!, atilda su marido, un setentón con las mejillas sonrosadas por el vino, repicando el bastón contra el suelo con ademán de retar al consultor virtual a un duelo.
Los técnicos explican a los cuatro empleados de la sucursal que se trata de un moderno sistema que se está implantando en varias provincias. Es un asesor financiero capaz de supervisar las carteras y rebalancearlas periódicamente para ajustarlas a los vaivenes del mercado. Dotado de una potente base de datos para analizar las necesidades financieras de los clientes. Además habla inglés, francés, alemán y chino. Cuenta con una cámara 360 Light Field Display para renderizar más de cinco mil imágenes por segundo.
-Tenéis que descargar un software para introducir los productos que estáis ofreciendo, el histórico de vuestra zona… ¡Ah!, y podéis incluso bautizarlo.
-Si fuera mujer la llamaríamos Leia, como la princesa de la Guerra de las Galaxias, suspiró Sonia emocionada.
-Mientras no le llaméis Rodrigo Rato…
-Ponedle Francisco, terció el empleado más veterano de la oficina, un hombre obsesionado con el orden y adornado con un bigote perdonavidas.
-Ya estás con tus cosas, Amalio, resopló el director.
-¿Y el apellido?
Se hizo un silencio atronador durante varios segundos. Amalio no se atrevió a ir más allá.
-No tenemos todo el día, exclamó el primero de los técnicos esperando respuesta para terminar de activar el sistema.
-¿Qué tal Piquer?, propuso el segundo. Así nos llaman a nosotros yendo de oficina en oficina con estos trastos.
-¿Piqué, como el futbolista que ahora es presidente de Cataluña?, preguntó Sonia.
-¡Piquer, Piquer!, no Piqué, apostillaron al unísono los informáticos mordiéndose la lengua. Hasta en Madrid sabían que la interventora de Teruel no era la más avezada de la compañía. Después de tres años, todavía no ha entendido la broma de un paisano que entró con una oveja en la sucursal solicitando un préstamo y ella le indicó, entre otras condiciones, que necesitaba un aval. El vecino insistió, hasta llevarla a la desesperación, en la finalidad del animal: a balarle.
-Piquer como la del baúl, tuvieron que explicarle.
-Francisco Piquer, no se hable más, asintió el director concluyendo que aquella discusión se iba de madre y que el nombre del chisme sería intrascendente.
-¿Será capaz de aprobar una hipoteca o abrir una cuenta de crédito?
-Esa es la idea, debéis alimentarlo con toda la info comercial, filosofía del banco, productos financieros, estrategia, etc…, para activar los algoritmos que propongan las mejores decisiones.
-¿Las mejores decisiones para quién?, volvió a replicar el viejo soltando una carcajada y enseñando las ventanas abiertas de su dentadura.
-Vámonos Obdulio, que tienen que alimentarlo. Ni habrá desayunado…, terció la mujer viendo que su marido cogía color como cuando le sube la tensión.
Al cabo de una semana, el director de la sucursal recibió una llamada urgente. En la dirección territorial de Aragón comenzaron a llegar operaciones nefastas aprobadas por el digital consultor.
-Está dando créditos personales e hipotecarios en condiciones inasumibles… ¡Ni que fuera una Hermanita de la Caridad!
-¡Pues seguimos a pies juntillas las instrucciones que nos dieron los informáticos!
-No puede ser Alfonso, en el resto de provincias el holograma es un rotundo éxito, solo en Teruel ocurre esto.
-Ya estamos con Teruel…
-Algo estáis haciendo mal. Algún dato no está bien configurado, se escuchó al otro lado del teléfono en un tono de desconsideración.
El director insistía en que habían reconfigurado el software y todo estaba conforme.
-No sé dónde puede estar el error…
A finales de enero se celebró en la sede central una reunión de directivos del banco. Entre las decisiones adoptadas se incluyó la de cargarse al Brad Pitt como al director de la sucursal turolense. A este último con un aguinaldo de indemnización a resultas de la reforma laboral de Rajoy. Al primero simplemente se procedió a desenchufarlo, no pudiendo decir esta boca es mía.
A la tarde, el grupo disfrutó de una ruta por Madrid, visitando el Museo del Prado y después el Monasterio de las Descalzas Reales. Una tumba llamó la atención en la capilla del Pilar. Era de un capellán cantor del Monasterio, quien en 1702, por indicación del rey Felipe V, creó el Monte de Piedad de Madrid. Fue la primera entidad de este tipo en España dedicada a conceder préstamos sin usura a personas humildes para sacar adelante sus ocupaciones.
-¡Anda, qué curioso!
-En realidad, se trata del primer antecedente de vuestra anterior Caja Madrid y actual Bankia, añade la guía que acompaña la visita.
Algunos de los turistas ajenos al grupo, escuchando el comentario, hicieron memoria de los treinta y tres miembros del Consejo de Administración llevados por el a vivir que son dos días e imputados por estafa y delito mercantil, maquillaje contable, fraude de las tarjetas por importe de quince millones de euros, salida a bolsa apoyada en engaño…
-Natural de Teruel, quien aquí yace fue una persona excepcional, íntegra, de honda caridad, muy crítico con la usura y que desarrolló un sistema de créditos sin intereses.
El director territorial de Aragón se puso las gafas para leer su nombre esculpido en la piedra. Inmediatamente se tapó la boca moviendo la cabeza como quien no da crédito.
-No puede ser… ¿Señorita, podría confirmarme el nombre de este ilustre caballero?
-Francisco.
-¿Francisco, qué más?
-Piquer, señor. Nacido en 1666 y fallecido en 1739, respondió amablemente la guía mientras el resto del grupo esperaba ya a la salida del templo.
El director se quedó tan petrificado como el san Gabriel que preside uno de los templetes del siglo XVI.
-¿Alguna curiosidad más, señor?
En la Plaza de las Descalzas Reales de Madrid, frente al Monasterio del que fuera capellán, y la primera sede del Monte de Piedad de Madrid, hay una estatua de Francisco Piquer (en la imagen), realizada en 1889 por José Alcoverro, en recuerdo de su obra. Una calle situada en el barrio madrileño de Aluche lleva su nombre.