La tez morena de las hordas envalentonadas sobresalía en la planicie cuadriforme. Competían con una fiereza descomunal, como si llevaran las vísceras en la boca. -¡Ni uno vivo!, se escuchó a modo de algarada tras horas de eléctrico desmayo. La caballería apenas ya levantaba las pezuñas bañadas en sangre de un suelo que parecía hielo.…
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